lunes, 11 de enero de 2021

Esta vez su vagón se detuvo en el extremo del andén opuesto a las escaleras de salida de la estación. Arrastró con un paso cansino y premeditadamente lento su maleta por el suelo mientras se dirigía hacia la ciudad, que a pesar de las horas nocturnas y de ver cercano en el calendario los estertores del verano, seguía hostigando con altas temperaturas a sus habitantes. Por suerte, tuvo tiempo de enfundar el traje en  la funda que ahora entorpecía su paso e ir con una vestimenta más adecuada, tanto por discreta como por fresca.

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Se percibía una especie de letargo en el ambiente; quizá por las horas, quizá por el calor, o quizá por los tiempos que corrían.

Desistió de arrastrar su cuerpo y sus bultos por el autobús urbano, así que tomó un taxi aun a sabiendas de que tendría que aliviar buen peso de la cartera. Como era costumbre y pese a la poca locuacidad que lo acompañaba en ese momento, intentó charlar con el taxista: siempre lo hacía, como cortesía hacia quien llevaba horas dando vueltas por un jornal y a sabiendas de que muchos viajeros apenas se apercibían de que al volante iba un ser humano; les tiraba un cebo de conversación, para lo cual la radio era buena chispa de inicio (fútbol, política, entretenimiento, incluso música), y en función del entusiasmo, contenido y duración de la respuesta orientaba lo que decía hasta llegar a destino. Esta vez, se arrepintió de no haber cogido el bus.

Se cruzó con un vecino bajando la basura, que con más compromiso que convicción le sujetó la puerta y por toda despedida emitió un mugido.

Bajo el grifo de agua fría encontró el primer estímulo gratificante en muchas horas. Por toda cena: algo de sobras que encajaron en el vacío estómago como ambrosía. Continuando esa línea ascendente de bienestar en la que había entrado desde que llegó a casa, algo de John Coltrane y Nat King Cole para amenizar el ambiente mientras navegaba un rato por foros y mentideros deportivos. Cualquier cosa no intelectual era aceptable.

El teléfono no paró de recibir whatsapp en toda la tarde por cómo había ido y aún seguía: contestados, las personas importantes para las que era importante; pendientes, el resto.

Y, al fin, muchos kilómetros, horas y tensiones después, la paz de su almohada bajo la cabeza. Una paz demasiado grande para lo que había pasado. Una paz muy reveladora de lo que en el fondo de su ser quería que pasase.

miércoles, 1 de mayo de 2019

La festividad del 1 de mayo

Me gustaría aportar en este blog de vez en cuando comentarios sobre eventos históricos, sin pretensión de cientificidad ni erudición. Por ello, quiero hablar brevemente del 1 de mayo:

Para situarnos en antecedentes, hay que tener presente que durante siglos en Europa, dejando al margen las labores del campo, los oficios desarrollados en las ciudades se organizaban en asociaciones gremiales, cuyos vestigios encontramos en los actuales Colegios Profesionales. Los gremios consistían en asociaciones de personas dedicadas a una misma profesión, jerarquizadas y con fuertes restricciones para ingresar en las mismas. No solo se protegían del intrusismo, sino que se regulaban precios, se ofrecía cierta cobertura a sus miembros y se hacía lo que a día de hoy conocemos como lobby: presión frente al poder y a otros gremios en la defensa de sus derechos e intereses.

Con la implantación, más o menos tardía y profunda, del Estado Liberal en el siglo XIX en Reino Unido y Estados Unidos, como pioneros del mismo, acompañado por los saberes tecnológicos y financieros que constituyen la Revolución Industrial, los gremios van dando paso a concentración de capital en grandes centros de trabajo, que reúnen en ellos a numerosos trabajadores y medios técnicos de producción de forma impensable hasta entonces. Ello redunda en un gran poder para el empleador y una merma de la posición negociadora de los obreros industriales. En este escenario, nacen disciplinas jurídicas nuevas, como el Derecho del Trabajo, modelos económicos al calor de las nuevas formas de producción, pensadores, ingenieros, etc; y aparecen las primeras organizaciones internacionales, precisamente con el propósito de hacer política en torno a las precarias condiciones laborales, que acabaría cristalizando en el pensamiento anarquista de Bakunin o el marxismo de Marx y Engels.

La jornada laboral de 8 horas, que en el siglo XXI nos parece intrínseca a nuestra sociedad, fue una de las demandas centrales de reivindicación en los primeros momentos del asociacionismo obrero. Jornadas de 12, 14 o 16 horas diarias, en situaciones infrahumanas algunas veces, sin distinción de la capacidad física del trabajador, y sin conocimiento siquiera de prestaciones de cobertura ante la imposibilidad de trabajar eran el marco imperante en las nuevas industrias urbanas. Así las cosas, en 1886 en Chicago se prende la mecha del conflicto entre obreros y empleadores: el 1 de mayo de 1886 se conforma una huelga general,conducente a movilizaciones violentas conocidas como "la revuelta de Haymarket" y que concluiría con el juicio y ejecución de varios protagonistas de las violentas protestas.

Desde entonces, el 1 de mayo en numerosos países se conmemora en esta fecha el Día Internacional del Trabajo, con diferentes propósitos y adhesiones.










"Dichoso es aquel que mantiene una profesión que coincide con su afición". George Bernard Shaw.

jueves, 25 de abril de 2019

La Semana Santa y los españoles

Existen en el idioma alemán dos expresiones que me sorprendieron cuando las conocí: "Stolz wie ein Spanier" - "orgulloso como un español"- y "das kommt mir Spanisch vor" - "eso me suena a español"-. Ambas nos dan una idea de cómo nos perciben por Centroeuropa. No son expresiones injuriosas o vergonzantes; simplemente, a los germanos les parecemos un pueblo con costumbres e idioma incomprensibles y resultamos orgullosos.

No hay otra época a lo largo del año como la Semana Santa en España para corroborar algunos prejuicios sobre nosotros y nuestro país. A lo largo de la semana pasada, era frecuente ver a ciudadanos de cualquier parte del mundo observar los ritos y costumbres que impregnan los días santos con expresiones faciales de todo tipo, menos de indiferencia.

En Japón, país donde está mal visto decir una palabra más alta que otra, pensarán que algo nos sucede cuando al paso de una de las figuras que representan la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, sale por el balcón un ciudadano cualquiera y canta a pleno pulmón una saeta con gesto y voz emocionada. Aunque es muy típico del sur, por el norte no nos quedamos cortos: las tamboradas ensordecedoras resultan, al menos, curiosas si nos esforzamos en verlas desde fuera.

Suizos y alemanes, que no toleran retrasos de escasos minutos y donde llegar tarde es una grave descortesía, supongo que tratan de encajar en sus esquemas los horarios orientativos dentro de los cuales la circulación puede quedar afectada con motivo de las procesiones.

Procesiones que podrían llegara ser intimidantes, sobre todo de noche: olor a incienso, velas, silencio. Y en la cima de que cosas sorprendentes para desconocedores de nuestras costumbres: capirotes. Especialmente sobrecogedores si el turista procede de Louisiana o Alabama.

Por no hablar de la gastronomía propia de esos días, que sin alcanzar la opulencia navideña consiste en esas "torrijas", tan españolas como el Quijote, tan peligrosas como una antorcha en un polvorín: pan, azúcar, canela, leche, limón, aceite... simple en principio, si bien el conjunto es mucho más que la suma de las partes.

España y su Semana Santa: un país donde la mayoría de ciudadanos se dicen o bien no creyentes o bien católicos no practicantes, pero que llena sus calles e iglesias en la semana que sucede a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera.

Regreso

Con algo de rubor por haber tenido abandonada mi afición a la escritura a la que quise darle salida a través de un blog y con el temor de que la blogosfera sea una ciudad fantasma olvidada en los innumerables rincones de Internet, me aventuro a volver por aquí, con la ilusión de que la variada temática que intentaré humildemente ofrecer a quien quiera leer (cine, libros, viajes, curiosidades, comportamientos sociales, etc.) sea amena para el lector como lo es para mí sentarme y teclear.

martes, 11 de julio de 2017

El español no es machista; vosotros sois sexistas.


Parece claro que cuando nos encontramos enfermos acudimos al médico; que cuando nuestro vehículo se avería acudimos al taller; que cuando tenemos dudas legales contratamos los servicios de un abogado; que cuando queremos hacer dieta solicitamos el asesoramiento del un nutricionista. Pues bien, no debería parecernos extraño que si tenemos dudas lingüísticas, acudamos a la Real Academia Española.

Muy cansado en los últimos años de ver cómo los autollamados progresistas de este país emplean en su pedante verborrea un desdoblamiento de género agotador para el oyente, con el pretexto de ser más inclusivos, decido investigar un poco sobre el asunto. Hallo esta opinión experta:

"Los ciudadanos y las ciudadanas, los niños y las niñas

"Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto. La mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos.

"El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones".

Dicho esto, se deduce que:

1. El empleo del masculino inclusivo en ningún caso o casi nunca, si el contexto es lo bastante completo, da lugar al oyente o lector a pensar en que el orador o autor se está refiriendo única y exclusivamente a los varones.

2. El desdoblamiento es una técnica lingüística incluso necesaria en español cuando se pretende enfatizar la oposición entre dos grupos por razón del sexo. Por tanto, ese desdoblamiento que pretende incluir podría estar, de hecho, agravando la diferencia entre personas por razón de su sexo.

3. Sobrecarga el lenguaje por razones de burdo politiqueo y genera  defectos de concordancia gramatical.

4. Emplear un reiterativo e innecesario desdoblamiento presupone la incapacidad del oyente de saber interpretar el uso del género masculino como incluyente.
5. Supone un trato condescendiente y paternalista a las mujeres, cuya mayoría no se siente excluida por esta concreta realidad lingüística y no necesita que politicuchos y catedráticos demasiado ociosos anden dando la brasa a los incautos o desafortunados que les escuchan. Están, pues, tratando de incluir, pero remarcando la diferencia entre sexos. Sustituyen un presunto "machismo del lenguaje" por un evidente sexismo proveniente de su dura mollera.